Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1888-1889 (Cortes de 1886 a 1890)
Sesión: 11 de diciembre de 1888
Cámara: Congreso de los diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 9, 117-118
Tema: Crisis ministerial y desórdenes ocurridos en varias ciudades y en la capital de la Monarquía con motivo de la propaganda política del Sr. Cánovas del Castillo

Señores Diputados, verdaderamente me encuentro perplejo para explicar aquello que ya sabéis todos, porque el origen, el desenvolvimiento y la terminación de la crisis son tan conocidos, que apenas puedo yo decir nada que no sea una repetición de lo que todo el mundo ha dicho y de lo que sabe todo el mundo.

De cualquier modo, aunque no fuera más que por cumplir un deber de cortesía parlamentaria, he de decir algunas palabras, aunque sean ociosas, para enteraros de lo que ya perfectamente sabéis.

A consecuencia de la última reunión de las Secciones en este Cuerpo Colegislador, surgieron algunos incidentes que por lo desagradables yo no quiero recordar, pero que pudieron hacer comprender a algunos de mis compañeros que no contaban con la adhesión de una parte, pequeña o grande, que no de he entrar a examinarlo ahora, de una parte de la mayoría. Y como esos Sres. Ministros están tan interesados en la marcha regular de la política del parido liberal, no queriendo dar motivo ni ocasión a disidencia ninguna dentro de las huestes parlamentarias de nuestro partido, deseando, por el contrario, contribuir en cuanto esté de su parte a la unidad de la mayoría, tan necesaria para el buen éxito de la empresa en que el partido liberal está empeñado, y me atrevo a decir también, tan necesaria para la suerte y para el porvenir del país, presentaron sus dimisiones, en la creencia de que su separación del Gobierno podría contribuir a que desapareciera toda disidencia, pequeña o grande, por éste o por el otro motivo, que pueda venir a perturbar la marcha normal y regular del Gobierno liberal. Y como pocos días antes, por otros motivos, desgraciadamente por motivos de salud, tenía presentada su dimisión el Sr. Ministro de la Guerra, esta circunstancia, unida a la anterior, hizo naturalmente que la crisis ministerial tomara un aspecto grave, importante y extenso.

Yo hice cuantos esfuerzos estuvieron en mi mano para disuadir a mis queridos compañeros de un propósito que en aquellos momentos creía infundado, como ahora lo sigo creyendo; pero mis esfuerzos fueron inútiles; y entonces, para facilitar la solución de la crisis ya inevitable, los demás compañeros míos, a los cuales no debo más que atenciones y deferencias, presentaron también sus dimisiones. En su consecuencia, yo me vi en la precisión de ofrecer respetuosamente a S. M. las de todos mis compañeros, claro está, acompañada también de la mía. Su Majestad se dignó encargarme la reconstitución del Ministerio, o la formación de uno nuevo, como yo entendiera más conveniente a los intereses generales del país; y en cumplimiento de su Real mandato, me permití ofrecer a su aprobación el Ministerio que tengo la honra de presentar al Congreso de los Sres. Diputados. De los individuos que forman este Ministerio yo no quiero decir nada, porque todos os son de antiguo conocidos y porque me parecería ofender su modestia haciendo la relación de sus merecimientos y de aquellos servicios que cada cual ha prestado al país en la esfera en que ha podido hacerlo.

Tampoco he de decir nada de los Ministros salientes, como no sea para manifestar la pena con que les he visto separarse de mi lado en el Gobierno, y la gratitud que les debo, no sólo por la lealtad y por la eficacia con que me han secundado en los diversos departamentos que han tenido a su cargo, sino también por la consideración y el cariño, nunca interrumpidos, que me han guardado en medio de las asperezas, de los disgustos y de los sinsabores que trae consigo siempre la vida del gobierno de un país. Viene a compensar esta pena mía el consuelo de saber que, si no son ya compañeros míos de Gabinete, siguen siendo mis queridos amigos y mis fieles correligionarios.

Aunque sea costumbre, cuando se hace la presentación de un Ministerio exponer su programa, el Congreso me ha de permitir que la interrumpa hoy, porque en realidad no se necesita seguirla. El programa de este Ministerio no es ni puede ser otro que el programa del Ministerio anterior; con tanto mayor motivo, cuanto que los Ministros que han dejado el puesto que ocupaban en el Ministerio anterior, lo han hecho, como he dicho antes, en la idea de que así facilitaban la política del partido liberal, que es, naturalmente, la política de los Ministros entrantes. El programa, pues, de este Ministerio es el programa de los Ministerios anteriores. [117]

Yo ya sé que habrá quien preguntará: si no ha habido variación de principios, ¿por qué se han ido unos Ministros y por qué han venido otros? Pero a eso contestaré yo, que precisamente porque no hay variación de principios, esta crisis que acaba de realizarse no es una crisis política, sino, digámoslo así, una crisis personal. Si algunos Ministros creían que servían mejor los intereses de su partido, y sobre todo los intereses de la Nación, yendo al banco encarnado y dejando el banco azul, como el cargo de Ministro de la Corona no es cargo concejil, al que lo quiere abandonar no hay medio de contenerle; yo en este caso he hecho todo lo posible para retener a los Ministros que se querían ir, pero no he podido conseguirlo. De modo que, en último resultado, lo que hay aquí no es una crisis política, sino un cambio de personas.

Pues bien, como he dicho antes, el programa de este Ministerio es el programa de los Ministerios anteriores. En la cuestión política, el programa está ya realizado en las leyes que se han hecho bajo los Gobiernos anteriores, y en los proyectos de ley y en los dictámenes que están sobre las mesas de este Cuerpo Colegislador y del Senado: el criterio de este Ministerio respecto de esos proyectos y de esos dictámenes es exactamente el mismo que el del Ministerio anterior, y su afán por que sean pronto ley; el mismo tenía el Ministerio anterior, dando, como es natural, en la parte política, al sufragio universal la importancia y la prioridad que en efecto merece.

Cuestión militar. En la cuestión militar el Gobierno sostiene el mismo criterio que tenía el Gobierno anterior y manifiesta el mismo vehemente deseo por la pronta realización de aquellas reformas que yo tuve la honra de exponer en una de las últimas sesiones de esta Cámara, hasta el punto de que el Gobierno está decidido a no desperdiciar el tiempo, ni espacio, ni medio, ni ningún recurso de cuantos le proporcionen el Reglamento del Congreso y las prácticas parlamentarias, para que las reformas lleguen a ser un hecho. Además está dispuesto a pedir, y a exigir en caso necesario, para la pronta resolución de este problema, no sólo el apoyo de los amigos, sino también el concurso del patriotismo de los adversarios; que cuando se trata de problemas de esta índole, debemos cooperar todos, porque a todos nos interesa por igual el bien del ejército y el bien de la Nación española.

Cuestión económica. En el camino de las reformas económicas nos encontramos, y este Ministerio ha de seguir con perseverancia la marcha por los Gobiernos anteriores emprendida.

Hay que hacer verdaderas economías, hay que castigar cuanto sea posible el presupuesto de gastos, hay que modificar la manera de tributar, hay que caminar en el sentido de la nivelación de las cargas públicas. Para marchar en esta dirección, hay que cuidar, Sres. Diputados, de no perturbar los servicios públicos, y sobre todo, de que en el cambio, en la innovación y en las modificaciones que en los tributos se introduzcan no se lastimen nada los rendimientos del Tesoro, y mucho menos el crédito público. En el camino, pues, de las reformas económicas nos encontramos; en él estamos dispuestos a persistir con energía, con resolución. Pero, ¡ah, señores! que para andarlo todo se necesita suavizar muchos rozamientos, luchar contra muchas preocupaciones y destruir muchos obstáculos, y tarea tan larga, tan difícil y espinosa no se puede realizar en un solo día.

Yo pido, ¡qué digo pido! a mis amigos les exijo, pero a los adversarios les pido que no apremien al Gobierno, que le dejen espacio y tiempo para realizar su programa, que no le quieran precipitar a que lo haga todo en un instante; que tratándose de materias tales, se necesita espacio y tiempo para desenvolver un pensamiento de Gobierno, si éste, como debe, ha de atender por igual y con la misma solicitud a los muchos, variados y hasta encontrados intereses que constituyen la vida de la Nación.

Este programa, que yo no hago más que apuntar, porque en realidad, si lo expusiera con mayor extensión, no habría más que repetir lo que en diversas ocasiones hemos dicho los Ministros del Gabinete anterior, necesita para su realización; y sobre todo para su realización tan pronto como conviene al partido liberal, y no tengo inconveniente en decirlo, como conviene también al país, el apoyo incondicional de los amigos y el concurso de los adversarios. Éste lo espero, porque espero mucho del patriotismo de los adversarios; el auxilio y el apoyo de los amigos en caso necesario lo exijo, porque el Gobierno no puede gobernar si mayorías adictas, seguras y disciplinadas, y este Ministerio quiere gobernar. Para eso necesito contar con las mayorías de ambas Cámaras; que más que numerosas las estimo buenas mayorías; mayorías de esas que ante las consideraciones de gobierno saben prescindir en absoluto de toda otra clase de consideraciones, y que ante el amor a su partido saben despreciar toda clase de cábalas de personas; mayorías de esas con las cuales los Gobiernos y los partidos pueden emprender, con la seguridad del éxito, las más grandes empresas; mayorías, en fin, que por su proceder serio y severo, a la vez que imponen respeto a los adversarios, dan fuerza a los Gobiernos, confianza a las instituciones, y saben revestir a su partido de aquel prestigio que le hace ser considerado ante el país, en los tiempos bonancibles como base de la normalidad, en los adversos como esperanza de salvación, y en todos los tiempos como prenda de paz. (Aprobación).

Yo espero confiadamente que esto ha de suceder; y si esto sucede, Sres. Diputados, aquí no ha pasado nada; el partido liberal podrá seguir tranquila y reposadamente su viaje hacia la realización de sus ideales, el primero y principal de los cuales consiste en imbuir cada vez más en el corazón del pueblo español la confianza en la Monarquía y el amor al Trono de Don Alfonso XIII, hoy resguardado por la lealtad y exaltado por las virtudes de S. M. la Reina Regente Doña María Cristina. (Aplausos). [118]



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